El juego del calamar o del capitalismo
- noviembre 4, 2021
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- Fernando Barrero
- Articulos, Finanzas, Social
Fernando Barrero, Vicerrector Académico y de Investigación
El servicio de series por streaming se ha tomado las pantallas para el entretenimiento de todo el planeta. Las temáticas son tan amplias como el número de plataformas, pero toman fuerza aquellas que reflejan problemáticas profundas de nuestros tiempos. Es así como, el juego del calamar ha conseguido niveles de éxito que superan las expectativas de sus creadores.
Esta serie, desarrollada en Corea del Sur, narra la vida de diferentes personajes que, ahogados por las deudas y las malas decisiones, terminan envueltos en un macabro lugar que recrea clásicos juegos infantiles, con la promesa de un millonario premio en efectivo después de seis rondas, eso sí, con el asesinato para aquellos que no los logran superar.
Una oscura realidad, liderada por poderosos a la sombra, que entre lujos y excesos se deleitan con el sufrimiento de los menos favorecidos. Violencia, deshumanización, tráfico de órganos, delincuencia y estafa rodean, capítulo a capítulo, la resistencia del protagonista Lee Jung Jae, un hombre agobiado por las deudas con un pasado envuelto en las apuestas ilegales y la incapacidad de responder por su hija y cuidar de su madre.
La historia brinda diferentes escenarios para analizar y reflexionar. Por un lado, desde el punto de vista de producción audiovisual y narrativa, se resalta la historia de cada personaje, efectos especiales y la crudeza de las escenas que impactan al televidente. Por otro lado, y quizá lo que hace que la serie tenga tanto éxito es la realidad social que configura: desesperanza, sobre endeudamiento y la toma de malas decisiones.
La desesperanza de los personajes de la serie sobre su situación está soportada en crisis propias de la sociedad moderna. La imposibilidad de tener un empleo bien remunerado, la precarización de la vida material cotidiana, el acceso a la vivienda y a la educación, llevan a prácticas que focalizan la esperanza en soluciones mágicas y rápidas (como las apuestas de caballos) y a seguir intentándolo, financiado por dinero de préstamos ilegales. El resultado: problemas de comportamiento individual y colectivo que la serie refleja en las calles de Seúl, la capital de Corea del Sur, así como el aumento de la violencia y de las organizaciones criminales que se lucran de la necesidad de los perfiles que recrea la serie.
De igual forma, el sobreendeudamiento es una realidad del mundo capitalista. Acceder a créditos interminables para una vivienda, para una carrera profesional o incluso para la compra de lo más elemental como los alimentos, marcan la cotidianidad de nuestras sociedades.
En el caso concreto, las familias coreanas experimentan una deuda de más del 100% del PIB del país. A lo que se suma, aumento en las tasas de interés, y una altísima tasa de desigualdad en la distribución de la riqueza, conllevan a una precarización de los hogares, y a un alto riesgo, de empeorar su condición frente a un despido o a la enfermedad de algún familiar.
No tener dinero suficiente para vivir dignamente, y querer suplirlo con créditos formales e informales, con la esperanza de que eso le dará la vuelta a la moneda, ponen en entredicho el modelo de oferta y demanda, de fuerza de trabajo y de progreso que, sin duda, en Asia y todo el planeta vale la pena revisar.
Estas dos situaciones conllevan a una mala toma de decisiones, presionados por la realidad y enfrentados a condiciones que profundizan la marginalidad, como ser un inmigrante ilegal pakistaní o estar huyendo de la dictadura de Corea del Norte, configuran personas con poca capacidad de elegir, cayendo como moscas en la trampa de una recompensa al quedar vivo entre 500 jugadores.
Sobrevivir impide forjar proyectos comunes, lo que debilita la solidaridad y la confianza pues solo importan mis problemas. Normalizar el asesinato y la destrucción del otro, es el mayor triunfo de los sistemas de acumulación de capital. Pues, mientras unos pocos lo logran, los demás miran hacia arriba desesperados, siendo cegados por el sol y quemados por la necesidad.
Estas temáticas no son exclusivas de Corea del Sur o Asia, son parte de la vida de millones de personas alrededor de las regiones más empobrecidas del planeta, y, por ende, invitan a forjar acciones frente a la generación del bienestar social colectivo, para mitigar la violencia, las salidas fáciles (o ilegales) y el sometimiento a condiciones precarias de empleo y vivienda.
Somos una sociedad que está focalizada en acumular, mas no cultivamos el saber distribuir, y aun menos, el vivir bien con lo necesario. Es por esto, que se ha creado una carrera, donde la mayoría no llegará a la meta y caerán una y otra vez en juegos del calamar. La mafia y las economías ilegales se nutren de la desesperanza, el sobre endeudamiento y la toma de decisiones erradas.
La raíz de la solución está en poder brindar una educación de calidad que no conlleve a una deuda impagable, pues esta forja individuos libres, capaces de construir caminos de verdadero progreso. De igual forma, los países y sus democracias están cada día más en mora de responder al crecimiento demográfico y a la presión sobre los recursos, que crean ciudades sobrepobladas, carentes de una oferta y demanda justa.
Por último, y quizá por donde cada uno de nosotros podemos empezar, desarrollar un trato equitativo e igualitario entre nosotros, promoviendo la creación de oportunidades, el respeto y la solidaridad.
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El juego del Calamar, interesante título. el diario devenir de muchas comunidades en nuestra América latina y caribeña, se quedaría corto ante la trama que se presenta en esta famosa serie de Netflix. Aquellos directivos de ciertas empresas que no te disparan si te mueves, tan solo te despiden por que no te mueves; aquellos políticos y funcionarios públicos que no te disparan si no les das la “coima” o soborno, pero buscan aniquilarte de por vida privándote de lo que por derecho te corresponde, o bien aquellos educadores o profesores que tan solo cumplen con un horario y un programa, pero que no se esfuerzan por EDUCAR, de esa forma aniquilan cantidad de jóvenes que al verse sin oportunidades emprenden su propio “juego del calamar” aniquilando y aniquilándose a diario.