Crecimiento económico y desarrollo integral: el reto de una prosperidad perdurable

- mayo 9, 2025
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- Juan Luis Martinez
- Articulos, Dirección
La República Dominicana es, hoy en día, un caso de éxito en América Latina. Su crecimiento económico ha sido, en términos relativos, uno de los más destacados de la región. Durante las últimas dos décadas, el país ha experimentado una expansión que ha triplicado el promedio regional, permitiendo que millones de personas salieran de la pobreza y ascendieran a la clase media (bancomundial.org). Pero tras este éxito económico se oculta una realidad más compleja: el crecimiento no siempre ha ido de la mano con el desarrollo educativo y cultural, lo que plantea interrogantes sobre la perdurabilidad de este progreso.
A simple vista, las cifras macroeconómicas resultan alentadoras. Sectores como el turismo, la construcción y las exportaciones han impulsado el crecimiento, con proyecciones oficiales que anticipan un 5% adicional para el próximo año (mepyd.gob.do). Pero este impulso no es suficiente si no se asegura que las estructuras educativas y culturales del país avancen al mismo ritmo. Un crecimiento económico que descuida estas dimensiones corre el riesgo de erosionar su propia base y perder lo que tanto ha costado alcanzar.
Cuando el crecimiento económico no basta
La historia económica reciente de la República Dominicana recuerda a un árbol que crece alto pero no profundiza sus raíces. La inversión en infraestructura y la atracción de capital extranjero han sido exitosas, pero el sistema educativo enfrenta retos persistentes. A pesar de que el 4% del PIB se destina a la educación desde 2013 (redclade.org), los resultados en términos de aprendizaje aún distan mucho de ser óptimos.
La tasa de abandono escolar en el nivel secundario, por ejemplo, ha disminuido del 5.9% en 2021 al 4.9% en 2023 (elnuevodiario.com.do). Aunque la cifra parece alentadora, su descenso es más lento de lo que cabría esperar en una economía que ha crecido de forma sostenida. Además, la cobertura en secundaria apenas alcanza el 70.7%, mientras que el analfabetismo sigue afectando al 6.31% de la población mayor de 15 años (ministeriodeeducacion.gob.do).
Pero la desigualdad no solo se refleja en las estadísticas educativas. Existen diferencias notables entre las zonas urbanas y rurales. Mientras que en las principales ciudades los jóvenes tienen mayor acceso a escuelas bien equipadas y docentes cualificados, en las áreas periféricas el panorama es distinto. Las aulas carecen de recursos y los estudiantes, al terminar su educación básica, enfrentan dificultades para acceder a oportunidades laborales o de educación superior. Esta disparidad no solo limita el potencial individual, sino también el colectivo: una sociedad sana necesita que todos sus integrantes participen en el progreso.
Porque, al fin y al cabo, no puede existir una empresa sana en una sociedad enferma, ni una sociedad sana con empresas enfermas. La salud del tejido social y el dinamismo empresarial están íntimamente relacionados. Es un vínculo que no puede subestimarse.
El rol de la cultura en una sociedad que avanza
La cultura, a menudo olvidada en los debates sobre desarrollo, es el alma de una sociedad. En República Dominicana, la riqueza cultural es innegable. Desde la música y la danza hasta la gastronomía y las tradiciones, el país cuenta con un capital cultural envidiable. No obstante, su integración en las políticas de desarrollo ha sido limitada.
El acceso a actividades culturales sigue siendo desigual. Mientras que en Santo Domingo y otras grandes ciudades se celebran eventos y actividades de relevancia internacional, en provincias remotas el acceso a la oferta cultural es escaso. Esta desconexión no solo impide a muchos ciudadanos disfrutar de su patrimonio, sino que también restringe su capacidad de comprender el papel de la cultura en su identidad y en el desarrollo del país.
Promover una cultura viva y accesible para todos los ciudadanos no es un lujo, sino una inversión en cohesión social. La cultura conecta, inspira y permite entender que el crecimiento económico tiene una dimensión humana que debe cuidarse si queremos que perdure.
La trascendencia: La dimensión olvidada del progreso
El crecimiento económico, educativo y cultural debe contemplar una dimensión que trascienda lo inmediato. Vivimos en una era marcada por el materialismo y el corto plazo, donde el éxito se mide por cifras de crecimiento y consumo. Pero el verdadero progreso implica preguntarse: ¿Para qué crecemos? ¿Qué tipo de sociedad queremos construir?
La educación dominicana necesita incluir una dimensión trascendental, que fomente la reflexión sobre el sentido del esfuerzo colectivo. No basta con formar técnicos eficientes; es necesario educar personas íntegras, capaces de pensar en el bien común y en su papel dentro de una comunidad que busca prosperar sin perder su esencia.
Retos y decisiones para el futuro
De cara a las proyecciones de crecimiento económico para el próximo año, la República Dominicana enfrenta un reto crucial: asegurar que este crecimiento sea integral y perdurable. Entre las prioridades, es fundamental:
- Revisar la calidad del gasto educativo: No basta con destinar un porcentaje fijo del PIB; se requiere evaluar su impacto real en el aprendizaje y la preparación de los estudiantes.
- Descentralizar el acceso a la cultura: Es necesario que las comunidades rurales puedan acceder a espacios culturales y educativos que fortalezcan su identidad y sus capacidades.
- Incorporar una perspectiva humanista en las políticas de desarrollo: El crecimiento económico no es un fin en sí mismo; debe ser una herramienta para el desarrollo integral de las personas.
La República Dominicana tiene una oportunidad histórica. Su crecimiento económico sostenido es una base sólida, pero frágil si no se acompaña de una mejora real en el nivel educativo, una mayor participación cultural y una apertura hacia el sentido trascendente del desarrollo. Solo así el país podrá consolidar un progreso que no se diluya con las fluctuaciones de los mercados sino que se arraigue en el corazón y la mente de sus ciudadanos. Crecer no es solo sumar cifras al PIB. Es, sobre todo, construir una sociedad donde el progreso económico se traduzca en oportunidades reales para todos, donde la cultura sea un puente que una y donde el sentido de trascendencia oriente cada paso hacia un futuro que no solo sea próspero, sino también perdurable.
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