El acuerdo “global” del G7 y su impacto en Latinoamérica: Una conversación pendiente
- junio 25, 2021
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- Fernando Barrero
- Articulos, Finanzas
El pasado 05 de junio de 2021 las economías más importantes y grandes del mundo llegaron a un pacto histórico, en el cual se decidió implementar un impuesto mínimo global a las empresas multinacionales, el cual, en un inicio será del 15%. Dicho acuerdo surge como una estrategia de lucha frente a la evasión fiscal por parte de estas empresas, las cuales generan una gran riqueza dentro en los países en los cuales tienen operación, donde tienen tasas bajas de tributación, lo que redunda en reducción de desarrollar una empleabilidad de calidad a las poblaciones locales, así como al aporte sustancial al desarrollo de las naciones.
La propuesta impediría a las empresas trasladarse a países en los que pueden acceder a descuentos a los impuestos de sociedades, como lo hacen hoy en día. Se estima que esta iniciativa, la cual debe ser aprobada hasta el 20 de julio, podría generar entre US$50.000 millones y US$80.000 millones en impuestos fiscales adicionales al año que las empresas terminarían pagando a nivel mundial, lo que fortalecería los estados y su posibilidad de inversión local.
Este impuesto representaría una gran mejora y contribución a las crisis que actualmente sufren varias naciones, producto de la pandemia del COVID-19, pues la recaudación de este permitiría que las clases medias y las personas en situación de vulnerabilidad económica se vean beneficiados por medio de servicios básicos de calidad, educación integral, subsidios de vivienda y alimentación, mejoras en el transporte público e infraestructura, etc. ¿América Latina se verá beneficiada también? ¿En qué posición quedan los países de Latinoamérica, los cuales han sido los más afectados durante la pandemia, tanto a nivel económico como social?
Latinoamérica no se beneficiaría en el corto plazo de este, ya que la región no alberga ninguna sede de las multinacionales más importantes del mundo, y, en segundo lugar, dicho acuerdo está lejos de eliminar la problemática de los paraísos fiscales, pues lo que va a suceder es que muchas multinacionales, ahora preferirán trasladarse a un país en los que puedan seguir moviendo sus intereses al mayor bajo costo fiscal. Aun así, a mediano plazo, “La existencia de este impuesto mínimo global puede frenar la carrera fiscal entre países y permitir que las naciones latinoamericanas compitan por inversiones sin tener que sacrificar los ingresos fiscales[1]“.
Este impuesto global acordado por las naciones que conforman el G7, pone de manifiesto nuevamente, un beneficio para las naciones más ricas que configuran nuevos marcos de entendimiento con las grandes empresas. Desafortunadamente, siendo una medida alejada para las naciones más pobres, que, si bien estaban en malas condiciones antes del inicio de la pandemia, ahora, su situación es mucho peor, tanto a nivel económico como a nivel social, donde infortunadamente la tributación se sigue reforzando en la clase media trabajadora, las pequeñas empresas, dejando vacíos en la fiscalización de grandes capitales.
Aun así, el G7 le dio a este acuerdo un “carácter global”, que no es tan cierto, pues para que sea así, tendrían que estar dentro de la conversación muchos más países aparte de los que conforman este grupo, que, además, son los más ricos y los que se han podido recuperar más fácilmente de los estragos que ha dejado el coronavirus en el mundo. Los acuerdos fiscales se muestran al mundo como una solución que beneficiará de forma igualitaria a todas las naciones, pero en realidad, vuelven a demostrar que la toma de decisiones en asuntos tan importantes como este, ignoran la verdadera situación de los países más vulnerables, a los cuales, ahora más que nunca, se les debería incluir, para que verdaderamente sean objeto de un acuerdo que los beneficie y tenga en cuenta sus necesidades, pensando en un mundo mas igualitario en términos de crecimiento económico.
En todo caso, en el mediano plazo podría beneficiarse la región si se logra atraer inversión al tener una reglas fiscales internacionales que le permita competir jurídicamente con otras regiones, y si las empresas logran identificar otras ventajas competitivas, diferentes a las tributarias, que hagan atractivas nuestras naciones para operar e invertir.
Por lo pronto debemos considerarlo como una ruta que abre la posibilidad de validar un nuevo camino de relacionamiento entre los estados y la empresa privada, que si bien, se centra en los más ricos, puede aportar nuevos horizontes políticos y económicos en la decisión legislativa de los gobiernos de nuestra región.
[1] Ver. ¿Qué significa para América Latina el impuesto mínimo global a las multinacionales acordado por el G7? https://www.bbc.com/mundo/noticias-57405515
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