República Dominicana: ¿Paciente con “enfermedad holandesa”? Primera entrega: el pulso
- septiembre 30, 2022
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- Fernando Barrero
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Fernando Barrero, vicerrector Académico y de Investigación
A fines de la década de 1950, los geólogos descubrieron una gigantesca reserva de gas en el subsuelo de Groninga, al norte de los Países Bajos (Holanda). El descubrimiento fue anunciado como una bendición para el país suponiendo un enriquecimiento generalizado, pero luego resultó que la moneda local, el florín holandés, aumentó tanto su valor que la competitividad de la economía nacional se vio afectada, debido al gran aumento en sus ingresos externos, la destrucción del sector industrial y agrícola y el empobrecimiento de vastos sectores del país. Desde entonces, se llama ‘enfermedad holandesa’ al fenómeno de expansión del ingreso de divisas por auges en la exportación de recursos naturales (petróleo y minerales) que, sin las medidas adecuadas, genera revaluación de la moneda local, con contracción y pérdida de empleos en otros sectores productivos y efectos negativos finales en la economía como un todo. En otras palabras y técnicamente, es cuando una economía se expone a una continua apreciación cambiaria, desindustrialización de la economía y dependencia productiva de sectores transables como el extractivo, todo esto por la vía del ingreso de divisas.
A partir de los años sesenta, los economistas empezaron a utilizar esta expresión para referirse a tres síntomas que suelen acompañar las bonanzas derivadas de los recursos naturales: Revaluación de la moneda nacional, aumento pronunciado de las importaciones y pérdida de la actividad industrial. Así las cosas, el problema está ligado a que el éxito del sector de las materias primas amenaza con dominar toda la economía de un país. Por ello, el entusiasmo de los inversionistas por las acciones de materias primas prometedoras es tan grande que no quedan recursos para respaldar las actividades de los otros sectores.
Si se toma como caso la región de América Latina y el Caribe, el diagnóstico de la enfermedad holandesa por sus señales de contagio sería el siguiente: El primer síntoma es la apreciación cambiaria, por ejemplo, en los años 80, las exportaciones de productos básicos de recursos naturales de la región fueron seguidos por una apreciación del tipo de cambio real. El segundo síntoma es la desindustrialización, en este orden, desde hace décadas, los booms de recursos naturales no han acelerado la incorporación de tecnología, inversión en innovación inclusiva o el desarrollo de productos industrializados de mayor valor agregado en los países de la región. El tercer síntoma se relaciona con la aparición del déficit comercial, al respecto, el boom de recursos naturales en estas economías ha generado una mejora en el resultado positivo de cuenta corriente (flujo de capital u operaciones de bienes y servicios, rentas y transferencias corrientes entre los residentes y no residentes del país), sin embargo, este efecto ha sido transitorio puesto que regresa el déficit un año después del auge.
Un caso más reciente es el de Venezuela. Entre los años 2003 y 2014, los precios petroleros a nivel mundial crecieron a una tasa promedio anual del 12%, lo que desató un incremento de las exportaciones petroleras venezolanas hasta en 118% y un aumento del peso de estas sobre el total de exportaciones venezolanas de 77% en 1997, hasta 96% en 2017. De manera adicional, la industria manufacturera de ese país tocó fondo cuando el gobierno decidió mantener el tipo de cambio fijo anclado a un precio irreal, comenzar a importarlo todo y controlar los precios.
Otro ejemplo lo presenta Colombia durante el período de 2000 a 2012. En primer lugar, se evidenció que la tasa de cambio se apreció considerablemente, lo cual repercutió en la competitividad y desempeño de los sectores claves tradicionales como lo son la agricultura y la industria, puesto que llegaron a tasas bajas dentro del PIB colombiano, esto es a menos del 10% de participación, acarreando un proceso de desindustrialización.
En segundo lugar, la gran entrada de divisas por la Inversión Extranjera Directa (IED), de la cual el 80% se destinaba exclusivamente al sector minero-energético. En tercer lugar, el crecimiento vertiginoso del sector minero-energético se asoció a las grandes cantidades de barriles producidos y de metales preciosos que estuvieron acompañados de altos precios en el ámbito internacional, lo que reflejó en más de 12 años un crecimiento sostenido de la minería y una mayor participación del sector petrolero que alcanzó al 18% del PIB. Todo esto tuvo como consecuencia efectos de retroceso prematuro de los sectores tradicionales dentro de la economía colombiana, el cual se acentuó en el año 2008 y se vio reflejado en bajas tasas de crecimiento, menores ingresos por valor de las exportaciones, altas tasas de desempleo e incremento en la desigualdad social, aspectos similares a los que aún padece Venezuela.
La República Dominicana ha evidenciado una revaluación del peso desde enero de 2021 (8%) con mayor pronunciamiento durante el presente año (7%). Por otro lado, según el Centro de Exportación e Inversión de la República Dominicana (ProDominicana) la Inversión Extranjera Directa (IED) alcanzó los US 1.871 millones entre enero y junio de 2022, lo que representa una expansión de 8 % respecto al mismo período de 2021 y de 20 % en comparación con el primer semestre de 2019, prepandemia. Por su parte, según las últimas cifras disponibles del Banco Central muestran que, aunque la exportación de minerales ha permanecido constante en los últimos dos años, la de bienes agropecuarios se ha incrementado en 32.3% (de 757 millones de dólares en abril 2019 – marzo 2020 a 1.001 millones de dólares año móvil a marzo 2022), lo que les ha permitido participar del 15% al 18% del total de exportaciones en estos períodos (al excluir Zonas Francas).
Al tener en cuenta la historia de enfermedad holandesa presentada en algún momento por países de la región y, según las cifras mostradas a manera de un pulso macroeconómico de la República Dominicana, la pregunta a formular es si el país manifiesta síntomas de inicio de este padecimiento, o si, por el contrario, se encuentra económicamente vigoroso. En la próxima entrega se abordarán algunas respuestas.
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